martes, 9 de octubre de 2012






ARGELIA: FALLECE CHADLI BENYEDID, ARTESANO DEL MULTIPARTIDISMO



El expresidente argelino, Chadli Benyedid, falleció en el hospital militar de Argel el pasado sábado, a los 83 años de edad, a causa de un cáncer de próstata del que venía tratándose hace años.
Cuando Chadli fue llamado a suceder al fallecido presidente, Huari Bumedien, a principios de 1979, pocos podían imaginar que el adusto personaje, conocido por sus escasas virtudes intelectuales, llegara a la máxima magistratura aupado por sus compañeros de Arma.
Chadli no tenía dotes de político y si los coroneles le entregaron el mando del país, por recomendación del jefe de la seguridad militar, el coronel Kasdi Merbah, ello obedeció a que en aquellos momentos era el militar de más alta graduación en activo, estando al frente de la segunda región militar en el Oranesado. El mando castrense decidió de esa manera rechazar a los dos candidatos “naturales” que aspiraban a suceder a Bumedien.
El primero de ellos era Abdelaziz Buteflika, uno de los íntimos del fallecido jefe del Estado, que pronunció el elogio fúnebre durante el entierro. El segundo era el coronel Mohamed Salah Yahiaui, que entonces dirigía la influyente rama juvenil del Frente de Liberación Nacional (FLN) el partido único de Argelia.
La rivalidad entre Buteflika y Yahiaui, neutralizándose mutuamente, hizo que los coroneles se sacaran de la manga a un tercer personaje, en la persona de Chadli. Una de las primeras decisiones de éste último fue separar progresivamente de sus cargos en el FLN a los dos rivales.
Chadli distaba mucho de tener la capacidad de reconvertirse en un dirigente político, pero tuvo la suerte de trabar amistad con el presidente francés de esa época, el socialista François Mitterrand, que se convirtió de facto en uno de sus principales mentores.
Mitterrand le aconsejó que maniobrara para iniciar un proceso de aggiornamiento político que debía conducir a la liquidación del sistema de partido único y dar paso al multipartidismo.
La operación era arriesgada teniendo en cuenta que el centro del poder radicaba entre la élite dura del FLN y los coroneles (En Argelia no existía entonces el rango de generales) que se repartían el mando del país sabiendo que Chadli se plegaría sin protestar a sus recomendaciones.
Chadli supo maniobrar, sin embargo, tomando decisiones unilaterales que no respondían a la voluntad del llamado “poder oculto” (FLN y militares). Así, puso en libertad al expresidente Ahmed Ben Bella, al que Bumedían mandó encarcelar tras derrocarle en el golpe de estado llevado a cabo en junio de 1965. También autorizó el regreso al país del desterrado líder cabileño, Hocin Ait Ahmed.
  Otras providencias fueron el ir liberalizando paso a paso la economía encorsetada por el rígido e inoperante centralismo de Estado, iniciando luego un proceso de acercamiento a Marruecos que conduciría a establecer relaciones personales con el rey Hasan II y abrir el camino a la “Unión del Magreb Árabe” (UMA) destinada a crear una comunidad político-económica entre todos los países del Magreb.
Lo que Chadli se guardó mucho de hacer fue cesar el apoyo al Frente Polisario, sabiendo que si daba ese paso para iniciar una nueva andadura con Rabat, pondría en peligro su propia autoridad y sería desbancado sin remedio. Chadli intentó normalizar las relaciones con Marruecos sin dejar de apoyar a los independentistas saharauis, pero pronto se dio cuenta de que aquello era una labor demasiado arriesgada. A causa del Sahara Occidental, la UMA sigue prácticamente congelada desde su creación, a bombo y platillo, en Marraquesh, el 17 de febrero de 1989.
En los últimos años de la década de los ochenta las relaciones de Chadli con la plana mayor del FLN fueron empeorando ante el convencimiento que tenía ésta última de que el presidente quería poner término al unipartidismo.
En ese marco de sospechas, Chadli dio otro paso significativo al suprimir el derecho del estamento militar de contar con el veinte por ciento de los puestos en el comité central del FLN. Chadli aludió a la necesidad de que los militares abandonaran su militancia política para ceñirse a sus obligaciones castrenses. Para ello prometió la modernización de las Fuerzas Armadas, tanto humana como tecnológicamente.
Las diferencias entre Chadli y el FLN salieron a la luz de improviso en octubre de 1988 cuando se produjo un levantamiento popular en Argel, al que siguieron otros en diferentes capitales del país. La protesta se inició en los barrios populares de Bab El Ued y Climat de France, de la capital, donde miles de jóvenes se echaron a la calle desplazándose hasta el centro de la capital gritando consignas contra el FLN y el propio Chadli, y devastando calles y plazas, asaltando comisarias, sedes ministeriales y dependencias del partido único.
Chadli no dudó en sacar los tanques a la calle y la represión encargada al ejército se saldó con la muerte de por lo menos medio millar de personas.
Todavía subsisten muchas zonas negras a propósito de ese levantamiento, que unos tildaron de espontáneos y otros de organizado en forma de complot destinado a arrinconar a Chadli.
La primera teoría que sigue en curso apunta a que fue la dirección del FLN, con su secretario general, Cherif Messadia, a la cabeza, la que fomentó la protesta con la intención de neutralizar a Chadli y mantener el sistema de partido único.
Lo malo fue, según otra teoría, que la protesta se les fue de la mano al FLN y los revoltosos se “desmandaron” destrozando sin piedad los símbolos del partido y atacando también a Chadli y el sistema político vigente.
Otros son partidarios de la tesis de que Chadli, al ver el caos reinando en Argel, se aprovechó del mismo para dirimir sus diferencias con el equipo de Messadia y poner en marcha los cambios políticos que, entre bastidores, le aconsejaba su mentor francés.
Cuando el ejército mató la revuelta, Chadli anunció un cambio constitucional que sería sometido a referéndum para imponer el multipartidismo. El FLN se convertiría en un partido como los otros y se desplazaría la tesis oficialista que señalaba que el socialismo era “una opción irreversible”.
La Constitución pluralista fue adoptada en 1989 y dos años más tarde Chadli renunció a la presidencia del FLN para marcar sus diferencias contra este partido. Messadia y sus aliados entraron en una etapa de ostracismo sin que los coroneles se decidieran a cambiar el curso de la historia, intuyendo que debían adaptarse a las nuevas condiciones.
Hay que admitir sin reticencias que a partir de la “revolución de octubre argelina” Chadli decidió iniciar un proceso controlado de democratización de las instituciones, permitiendo incluso la legalización del principal partido integrista, el Frente Islámico de Salvación (FIS).
El auge tomado por los islamistas les permitió ganar, primero las elecciones municipales y luego la primera vuelta de los comicios legislativos celebrados en diciembre de 1991. Ambas elecciones respondieron al voto popular, terminando con una larga historia de comicios fraudulentos.
Ante la perspectiva inevitable de ver al FIS tomar el poder por la vía de las urnas, Chadli examinó la situación en su alma y consciencia asumiendo que no se opondría al cambio aun intuyendo que los mandos militares no permitirían que Argelia se convirtiera en una república islámica. Por aquel entonces se habían enfriado sus relaciones con su mentor Mitterrand, quien seguramente le habría aconsejado que limitara los platos rotos y no se comprometiera con los islamistas.
En sus últimos años de vida, Chadli aseguró que fue él quien tomó en solitario la decisión de dimitir de su cargo y disolver el Parlamento, permitiendo así la suspensión de la segunda vuelta de los comicios legislativos. Su dimisión –provocada por la presión de los militares, que no le pusieron otra alternativa según una teoría en curso que él desmintió- abrió la crisis que desembocaría en una verdadera guerra civil de la que todavía tarda el país en restañar sus heridas.
Entre sus errores y méritos, a Chadli se le reconocerá como el hombre que introdujo el multipartidismo en un país anquilosado por veintisiete largos años de sistema unipartidista donde la corrupción alcanzó las cotas más altas de la historia. Sabiéndose incapaz de neutralizar a la poderosa jerarquía militar, de la que él mismo formó parte, al menos logró que ésta no se opusiera a él hasta llegado el momento en que la emergencia de los islamistas amenazaba con reducir en cenizas al “poder oculto”.
Su dimisión, forzada o no, fue un gesto apreciable que no le permitió, sin embargo, abandonar su imagen de personaje ambiguo que permaneció hasta el último de sus días.

7/10/2012