domingo, 20 de septiembre de 2015



DEFENDER A EUROPA

El Ex-Primer ministro francés, Michel Roccard, ya lo dijo en su día al afirmar que su país “no podía acoger toda la miseria del mundo”. Roccard temía que el brutal despunte que se había producido en la entrada de clandestinos procedentes del norte de Africa, alterase los equilibrios sociales de una buena parte del hexágono galo.
         Pues bien, en la actualidad no son miles sino cientos de miles de refugiados, en su gran mayoría procedentes de Siria, Irak y Afganistán, los que han asaltado y están asaltando las fronteras de la Unión Europea. Y pensar que dentro de unos o muchos años, cuando cesen los conflictos en sus respectivos países, regresaran a ellos, es una ilusión que con toda seguridad no tendrá lugar, porque una vez asentados en Europa, a la que tienen por costumbre calificar de “Eldorado”, no habrá fuerza que consiga desalojarlos.
         Estamos, pues, sin la menor duda, abocados a un riesgo de islamización y de peligro para las raíces de la civilización judeo-cristiana europea. El general francés, Charles de Gaulle, ya lo advirtió en una de sus conferencias de prensa a las que pude asistir como corresponsal en Paris. “En nuestra querida Francia –dijo el ilustre militar- tenemos que afrontar el hecho de que cada vez existirán más mezquitas y menos iglesias. Y no sería de extrañar que a mi pueblo, Colombey les deux Eglises, terminarán por llamarlo Colombey les deux Mosquées.
         Hasta hace pocos años, lo que estos mal llamados emigrantes perseguían era negociar un visado que les permitiera pasar las fronteras de Europa, y si era de Schengen tanto mejor. Pero ahora para esta verdadera invasión humana la cuestión de “los papeles” ha dejado de ser un problema. Se asaltan las fronteras, incluso con violencia y los que desde Turquía entran en Grecia, y desde allí se dirigen hacia Alemania, Austria y los países escandinavos, en particular, ya se aproximan al  medio millón de personas, una cifra ligeramente superior a los que desde las costas libias ponen pie en la isla italiana de Lampedusa y en varios lugares de Sicilia.
         Cuando se habla de derechos humanos y de ayudas a esta emigración formada por clandestinos, hay que tener en cuenta ciertos límites. ¿Hay que permitir la entrada en Europa de un millón de personas? Y luego habrá que autorizar que sean cinco, diez y no sé cuántos millones porque por cada  uno que penetra hay diez por lo menos que están esperando su turno. La solución a corto plazo no es darles alojamiento en pueblos y ciudades sino abrir campos de acogida donde podrán ser atendidos sanitariamente y cubrir sus más urgentes necesidades.
         Tomemos el ejemplo dado por Australia donde, tras estar hartos de estas invasiones por mar, negociaron con varios pequeños estados del Pacífico crear y financiar campos de acogida para los emigrantes ilegales de Indonesia, Paquistán, Filipinas, Viet Nam y otros países. Estos campos están funcionando sin grandes problemas y Australia ha conseguido salvarse de una invasión que detestaba porque nadie sabe si dentro del tsunami migratorios no se esconden presuntos terroristas partidarios de la “Yihad” dispuestos a cometer atentados en nombre de Daech y de Al Qaida.
         Estamos, pues, ante un problema de seguridad y de raíces de nuestra civilización, y la peor postura es abrir las puertas de par en par sin saber quién entra en nuestro hogar. Cierto que se trata de un drama humano, pero debe ser tratado al exterior de las fronteras de Europa y lo más urgente en estos momentos es negociar con Turquia para que se interrumpa de una vez la corriente humana que parte desde allí hacia Grecia. Y hasta yo diría negociar con Libia, aunque la situación en este país es caótica, pero se debe intentar. Con Argelia ya se ha conseguido que este país participe en el control del flujo de subsaharianos que se las arreglan para cruzar las fronteras arenosas del desierto, teniendo como finalidad entrar en Marruecos y dirigirse hacia Ceuta y Melilla. Los argelinos han devuelto a Niger y Mali algunos centenares de estos ilegales. No son muchos, pero por lo menos es un buen principio.

Manuel Ostos
Periodista es corresponsal en países árabes (El País-Efe)

Molop1943@gmail.com